Tina Turner y su milagroso regreso en los 80 y que estuvo a punto de no suceder
A principios de los 80, Tina estaba quebrada, huÃa de su ex esposo Ike y actuaba en convenciones de medio pelo.

Un dÃa, en el barrio londinense de Kensington en el año de 1983, la resurrección de Tina Turner parecÃa al alcance de la mano. En la década anterior, su carrera habÃa estado llena de giros estremecedores, pesadillas personales y diversos grados de mortificación crónica. Y ahora surgÃa la oportunidad de su redención.Sin embargo, como el músico y productor Martyn Ware aprendió más pronto que tarde, el pasado de Turner nunca estuvo en el espejo retrovisor precisamente, y ese dÃa se manifestó, terrible, en su cara.
El año anterior, Tina Turner habÃa cantado en una nueva versión vanguardista y palpitante del hit de Temptations, “Ball of Confusion”. Y ahora Ware, que habÃa trabajado con ella en esa canción le habÃa dicho de reunirse para planear otra colaboración. Al llegar a lo que recuerda como “la hermosa mansión” donde se hospedaba Turner, Ware tomó nota de los guardias de seguridad afuera. Para su sorpresa, dice, lo pusieron al tanto de que el ex de Turner, Ike, recientemente habÃa cumplido una condena de treinta dÃas por posesión de drogas. Que no tenÃa problema en dispararle a cualquiera que se le cruzara o a amenazar de muerte a su esposa, que estaba en la ciudad y ya se habÃa hecho notar. Aparentemente estaba tratando de hacer ruido, para pedirle dinero a Tina.
“Su vida era asà en ese momento”, dice Ware. “Y yo pensaba: Tina tiene que lidiar con esto continuamente. Hace todo con tanta gracia, aplomo y buen humor. Pero debe estar sufriendo mucho por dentro”.
Al final, Tina Turner y Ware decidieron hacer una nueva versión de “Let’s Stay Together” de Al Green. Este tema iba a ser el próximo paso en el camino hacia el gran disco Private Dancer, el álbum de 1984 que restablecerÃa a Turner como una fuerza musical y un sÃmbolo de la superación de la adversidad personal más aplastante. “Creo que la gente en realidad va a verla no necesariamente por las canciones, va a verla por lo que representa”, dirÃa más tarde su amigo David Bowie. “La mochila de su pasado viene con ella, y van a ver a alguien que se ha levantado de las cenizas como un ave fénix… Sin duda ha pasado por cosas mucho peores que la mayorÃa de nosotros”.
A Tina Turner la amaban todos: sus viejos admiradores, la generación de MTV y los ejecutivos de la industria discográfica, es decir, el triunvirato que regÃa el negocio de la música en ese momento. Su regreso deberÃa haber sido cosa fácil, entonces. Cuando el público supo lo que habÃa soportado con Ike, por medio de una entrevista en la revista People en el año 1981, hubo pocas estrellas del pop más queridas. Pero la disonante reaparición de su ex esposo justo en un buen dÃa de trabajo en Inglaterra estaba lejos de ser el único obstáculo para uno de los regresos más improbables del pop.
Incluso entonces, con el mundo animándola, la segunda vuelta de Turner no era algo que pudieras dar por sentado. En cualquier momento, podrÃa descarrillar, ya sea que fuera a quedar marginada por su edad, por los escépticos que se preguntaban si podrÃa hacer todo bien ella sola, o por la presencia de un ejecutivo racista. Los recuerdos de la vida con Ike eran detonantes de angustia, por eso Tina Turner se negaba a volver a escuchar la música que la habÃa llevado al estrellato. Sólo una serie de felices casualidades, combinadas con una fe desenfrenada en sà misma, podrÃan salvarla.
A comienzos de los años ochenta, era difÃcil imaginar un futuro remotamente brillante para Tina Turner. Durante muchos años habÃa sido la estrella al frente de la banda que integraba con Ike, una verdadera locomotora. Ann Bullock habÃa querido ser enfermera, pero después de conocer a Ike y su banda (The Kings of Rhythm, en un club nocturno en St. Louis) Bullock renació como Tina Turner (asà fue rebautizada por su futuro esposo).
Los dos tuvieron un puñado de hits de R&B antes de pasar al mundo del rock, gracias en parte a que teloneaban a los famosos Rolling Stones y habÃan revivido varios éxitos del rock como “Proud Mary” y “Honky Tonk Women” en su propio y estridente estilo soul. Ike Turner podÃa ser el guitarrista y lÃder de la banda, pero todos los ojos estaban puestos en su esposa, que tenÃa la voz ronca y sensual de una gran cantante de góspel o blues y hacÃa unas figuras de baile absolutamente desinhibidas, como casi nadie habÃa visto en la música pop de entonces. Su versión de “I’ve Been Loving You Too Long” del cantante Otis Redding, en la que acaricia el micrófono, era innegablemente erótica. Se podrÃa decir que Turner fue la primera estrella negra importante de la historia del rock.
En ese momento, pocos conocÃan los horrores de su vida fuera del escenario con su esposo abusivo y mujeriego. “Ike me golpeaba con el tubo del teléfono, con zapatos, con perchas”, relató en su primer libro de memorias, Yo, Tina. “Me ahorcaba, me pegaba con el puño cerrado, ya no eran solo bofetadas”. Justo antes de un show, la golpeó tan fuerte que le rompió la mandÃbula, pero ella igual tuvo que subir al escenario y cantar. En el año de 1976 lo dejó, a los 36 años, y se encontró sola criando a cuatro hijos mientras se hundÃa en el océano de las deudas. Para ganarse la vida, hizo de todo: aparecÃa en los programas más cursis de la TV o cantaba en Las Vegas, donde recurrÃa a covers de hits bailables como “Disco Inferno”. Una vez que estaba tocando en un salón, a la hora de la cena, accidentalmente se le cayó el micrófono sobre la comida de uno de los asistentes. “Los organizadores de fechas empezaron a pensar que no podÃa trabajar sin Ike”, dijo. “Fue como empezar de nuevo”.
El regreso de Tina fue celebrado por todo el ambiente musical y en las fiestas post-shows de aquellos años solÃan aparecer Bowie y Keith Richards.
El relanzamiento de Tina Turner comenzó justo con los años ochenta, y al principio casi fracasó (y ese “al principio” significa que tuvo que darse la cabeza contra la pared una y otra vez). El R&B y el disco habÃan quedado atrás, lo nuevo era el new wave. Tina Turner entonces habÃa quedado musicalmente a la deriva. Roger Davies, un joven manager australiano, decidió ir a uno de sus shows, Turner estaba haciendo dos presentaciones por noche en un salón del Fairmont Hotel de San Francisco en el año 1980. Al principio, Davies se sintió abrumado por lo kitsch del show: Turner salÃa con un vestido muy estridente de Bob Mackie y cuatro bailarines a cantar sus propias versiones de standards como “Fever”. Reseñando su noche de estreno, el Oakland Tribune escribió que el show de Turner en San Francisco estaba “dirigido al apagado público de las convenciones en hoteles”. Pero, afortunadamente para Turner, Davies se quedó para el segundo recital, mucho más salvaje. “HabÃa gente coreando las canciones arriba de las mesas”, dice, según aparece citado en Yo, Tina. “HabÃan corrido los bonitos arreglos de flores y las velas para subirse”.
En poco tiempo, y con el consentimiento de la misma Tina Turner, Davies echó a dos de sus bailarines y contrató nuevos músicos. “Ella querÃa rockear”, dice el baterista Jack Bruno, uno de los nuevos reclutas. “Nos traÃa melodÃas que nos indicaba ella misma cómo hacer, lo que generalmente significaba que Ãbamos a usar un tempo más rápido. Esa fue su caracterÃstica distintiva, cómo se apropiaba de las canciones”.
Para ahorrar dinero, los nuevos músicos salÃan a tocar con trajes de karate que eran mucho más baratos que el traje de gala reglamentario de la formación anterior. “Antes Ike era el músico, el lÃder de la banda y el gerente comercial”, dijo Turner en 1981. “Ahora, esa responsabilidad recae en mÃ. Esa parte es difÃcil. Tengo que tomar decisiones que antes no tenÃa que tomar”.
Como le dijo en una entrevista a la revista Rolling Stone en ese momento: “¡Quiero volver al rock!”. Turner todavÃa no tenÃa contrato discográfico y anhelaba estar a la altura de las bandas más grandes de la época. “Ella querÃa estar a la altura de los Rolling Stones y estar a pleno y tener sus propios hits”, dice Ann Behringer, una de sus bailarinas y coristas durante este perÃodo. Y, con la ayuda de Davies, esa meta comenzó a tomar forma. Rod Stewart la invitó a tocar con él en Saturday Night Live y Turner abrió para los Rolling Stones en Nueva Jersey. Durante esos primeros dÃas de su renacimiento, todavÃa llenaba la lista de temas con sus singles de la era Ike como “Proud Mary” y “River Deep, Mountain High”. Pero a menudo empezaba los shows con una nueva incorporación a su repertorio: su propia versión de la cruda canción de Stewart “Foolish Behaviour”, rebautizada como “Kill His Wife”. La letra por sà sola era tremenda: “¿Por qué quiero matar a mi esposa?/ Tengo que matarla ya/ He estado planeando durante años deshacerme de ella/ No divorciarme, realmente quiero matarla”. Durante la parte instrumental, Turner llevaba la intensidad un paso más allá y zarandeaba un accesorio impactante: una soga, que hacÃa girar como un lazo.
Bruno pensaba que Tina Turner estaba buscando algo teatral. “No estoy seguro de su proceso de pensamiento, pero le gustaba la teatralidad”, dice. “La audiencia aplaudÃa con cortesÃa, pero nadie sabÃa qué pensar, la verdad”. Una vez más, es que pocos sabÃan a qué se estaba enfrentando Turner después de dejar a Ike: las amenazas de muerte la hacÃan temer por su vida, tanto que por un tiempito llegó a andar con un revólver calibre 38, además de guardaespaldas. Durante uno de sus shows en el Fairmont, Ike irrumpió en pleno salón con una patota de amigos. “Tina se puso muy ansiosa”, dice Behringer, “pero era una profesional y actuó como si todo estuviera bien”.
Turner nunca dijo nada sobre la soga, y pronto la sacó de su show. Pero, aparte de ser una imagen inquietante, esa rabia cuestionadora fue el primer indicio de que Tina Turner se iba a convertir en una heroÃna para las mujeres que sufrÃan violencia doméstica y estaban buscando una manera de sobrevivir y volver a armar sus vidas.
Después de la inesperada visita de Davies a su show en el Fairmont, la serie de casualidades felices que propiciaron el regreso de Turner siguió con James Brown. En 1982, Ware y Ian Craig Marsh estaban trabajando juntos en British Electric Foundation: querÃan hacer una colección de covers de canciones de los años sesenta y setenta pasadas por el sintetizador. El dúo habÃa reclutado a Brown para el cover de “Ball of Confusion”. Pero a último minuto las negociaciones fracasaron, dicen, y de repente los productores se quedaron con la pista rÃtmica ya grabada y sin la voz; y, lo peor, sin cantante. Para suerte de Tina Turner, las coincidencias que salvarÃan su carrera aparecieron otra vez. En las oficinas de Virgin Records en Londres, Ware se estaba quejando de lo que habÃa pasado con Brown cuando Ken Berry, uno de los fundadores del sello, justo pasó y escuchó acerca de la situación. Berry mencionó a su amiga Tina Turner: ¿tal vez estarÃa disponible? Ware acababa de verla tocar en Londres y recordó el poder de su voz y su personalidad. “Me quedé impresionado por su talento y energÃa”, recuerda. “Y pensé: ‘Bueno, si alguien puede hacerlo, es Tina’”.
Cuando Ware les ofreció pasajes de avión a Londres, ella y Davies aceptaron. Pero la primera fase de las negociaciones casi fracasa otra vez. Al enterarse de que la canción en cuestión era “Ball of Confusion”, Turner “se asustó”, según recuerda Davies en Yo, Tina. “TenÃa tanto miedo de que la pusieran de nuevo en una categorÃa como ‘oldies’ o ‘R&B’”. (Ware, en cambio, dice que Turner ya sabÃa y que habÃa ensayado la canción y todo, pero que la desconcertó saber que la “banda” era un equipo de sintetizadores).
Eventualmente, Tina Turner aceptó, y grabó la voz en una sola tarde. Nunca estuvo claro si lo que pasó fue que la canción y su época le traÃan recuerdos de Ike, pero en definitiva parecÃa estar lista para seguir adelante. “Fue bastante complicado cantar esa canción, parece que hay más de una voz”, le dijo Turner a Ware. “Y yo le contesto: ‘Es Temptations, Tina’”, recuerda Ware. “Entonces me dijo: ‘¿Quiénes son?’. Ahà me di cuenta de que le habÃa dado la espalda al soul. En parte sÃ, y en parte es que para esa altura sentÃa más conexión con el mundo del rock & roll”.
Hubo otro revés todavÃa: “Ball of Confusion” salió sólo en Europa. Pero el latido siniestro y espasmódico de la canción no tenÃa nada que ver con el R&B groovero que ella habÃa sabido cantar en tiempos de Ike. Por eso fue todo un éxito, un éxito que le anunciaba al mundo que, al fin, una nueva Tina Turner habÃa llegado.
Entonces, Capitol Records mostró interés en firmar con ella, y Tina Turner empezó a trabajar con John Carter, un director de artistas que habÃa convertido el regreso de Turner en una causa personal.
El renacimiento de Tina Turner parecÃa posible pero, de nuevo, por un tiempo casi no lo fue. En el año 1983, Capitol reemplazó a su equipo con un nuevo manager que comenzó a cuestionar algunos de los proyectos en marcha. En un comentario infame, del que se supo por primera vez a través de PopMatters en 2009, un ejecutivo no identificado le informaba a Davies que iban a echar a Tina Turner, “esa negra imbécil de mierda”. (Después de que el audio de ese comentario se incluyera en el documental Tina, de 2021, Capitol emitió un comunicado en el que decÃa que la compañÃa ahora tenÃa “una nueva gerencia y directorio, de manera que recién ahora nos estamos enterando de esos comentarios espantosos y totalmente condenables”).
Carter (según le dijo a PopMatters) se arrodilló en una reunión y le dijo al jefe que no iba a salir de su despacho hasta que no llamara a Davies para decirle que habÃa cometido “un horrible error”. A la larga, el ejecutivo accedió a regañadientes a revertir su decisión, pero agregó que la compañÃa apenas si iba a mover un dedo para promocionar el álbum. La nueva música de Turner iba a salir, pero nadie lo notarÃa.
Para adornar su sonido y su imagen, Tina Turner también habÃa deslizado su repertorio a la estética de los años ochenta, incorporando “Dirty Laundry” de Don Henley y “Cat People (Putting Out Fire)” de Bowie. La cercanÃa con Bowie nos lleva a otro momento crucial, aunque accidental, en su vida. En enero de 1983, David Bowie estaba en Nueva York para firmar con EMI y un dÃa, de casualidad, alguien le preguntó qué planeaba hacer esa noche. Para sorpresa del equipo, Bowie anunció que iba a ver a su cantante favorita: o sea, Tina Turner. Gracias a ese gesto de apoyo, Davies recibió inesperadamente una solicitud de más de 60 entradas gratuitas para el show, todas para empleados del sello. “Me volvà infinitamente más interesante después de obtener la aprobación de David”, dijo Turner. “No supe nada de todo esto hasta más tarde”.

Arriba del escenario con un vestidito de cuero negro, Turner aceptó el desafÃo: su introducción a “Proud Mary” fue aún más sugerente de lo habitual, sus interpretaciones de las canciones de Bowie y Henley prendieron fuego el lugar y una versión lenta de la canción “Help!” de los Beatles le agregó un toque de seriedad y dramatismo de la vida real a la velada. En un momento, Behringer se dio vuelta hacia uno de los palcos para ver a la banda de fans estelares de Turner, alentándola. “Mirás para arriba y ahà está David Bowie y toda esta gente, y decÃs ‘guau’”, dice. “Todos la apoyaban al 100 por ciento. Todos la idolatraban”.
Después del show, todos se reunieron en el pequeño VIP junto a la oficina del dueño del lugar, Jerry Brandt, una habitación con capacidad para diez personas como máximo. Turner, que siempre insistÃa en no consumir alcohol ni drogas, agarró una botella de champán en chiste y, en uno de los muchos momentos de coqueteo entre ellos, fingió que vertÃa la bebida en la boca de David Bowie. Según el fotógrafo Bob Gruen, que estaba ahÃ, Bowie le siguió el juego, aunque le preocupaba que el champán terminará en su ropa.
Las celebraciones siguieron en la habitación de Keith Richards en el hotel Plaza, donde el mismo Richards tocó el piano, y adonde fueron llegando bandejas de comida y bebida hasta el amanecer. “Todos estaban felices por Tina”, dice Gruen. “Demostró que podÃa hacerlo sola; no tenÃa que ser ‘Ike y Tina’”. Como escribió Turner tiempo después: “Para mÃ, esa noche en el Ritz fue una especie de noche de baile en el palacio porque cambió mi vida drásticamente”.
Asà empezó el trabajo con el material que se convertirÃa en Private Dancer. Tina Turner volvió a Londres para otra colaboración con Ware y Marsh. Y nuevamente, Tina estaba lejos de sentirse cautivada por las canciones que los productores tenÃan en mente, y que incluÃan “Let’s Stay Together”. “A ustedes no les gusta el rock, ¿no?”, les preguntó. Una vez más, Turner cedió. Después dijo que “justo estaba enamorada de alguien”, por lo que la canción le resultó atractiva. Al igual que con “Ball of Confusion”, su versión lenta del clásico de Al Green inicialmente no estuvo disponible en Estados Unidos. Solo después de que se convirtiera en un hit en Reino Unido, Capitol se dignó a lanzarla al otro lado del Atlántico.
Pero todavÃa no habÃa nada garantizado. El baterista, Bruno, decidió irse, porque el futuro de Tina Turner era demasiado incierto. “Llevaba tres años y seguÃa todo igual”, dice. “SeguÃamos tocando en hoteles y yo pensaba: ‘Ya fue, esto no va a ninguna parte’. Fijate el olfato que tenÃa”, dice con ironÃa. Uno de sus últimos conciertos con ella fue en una convención de McDonald’s en Hawái (finalmente Bruno se reincorporó a la banda, después de la salida de Private Dancer, y siguió como su baterista durante décadas).
Pero el hitazo de “Let’s Stay Together” finalmente puso el nuevo disco a toda marcha. Davies y Carter se apresuraron a encontrar productores y canciones. Una de ellas, “What’s Love Got to Do with It”, ya habÃa sido rechazada por otros grandes nombres. Tina Turner estuvo a punto de decir que no, también. “No me gustaba”, dijo. “Pensaba que no era mi estilo”. Dice que incluso le parecÃa una canción “flojita”. Pero Davies perseveró y el single, que sacó a relucir la experiencia y la ternura en la voz de Turner, serÃa la confirmación de su renacimiento. Solo habÃan sido necesarios cuatro años de expectativas, esperanzas aplastadas, giros equivocados y calumnias, pero Tina Turner habÃa vuelto y para siempre. “Todo se trata de ganarse las cosas”, dice en Yo, Tina. “Realmente no llegás hasta que te lo hayas ganado”.
Fuente: es.rollingstone.com